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El espacio público antes y después del Covid-19

La pandemia sobrevino casi sin transición desde el denominado “estallido social”, y unos de los cambios más radicales es el uso del espacio público.

Antes del Covid-19, la Plaza de Armas de Chillán, emblemática en la historia de la ciudad, había transitado desde ser una suerte de centro de eventos gastronómico y costumbrista, con aglomeraciones de gente mas allá de los prudente, no solamente en tiempos de pandemia, hacia un ágora en el sentido clásico, donde la gente se reunían para reclamar o clamar por sus derechos como ciudadanos que aspiran a un mundo mejor y más justo. Algunos le dieron un nuevo nombre: “plaza de la libertad”. La re-significación del espacio público paso a manos de los ciudadanos. Esto que puede considerarse como un hecho constructivo, dejo abierta en muchas ciudades la puerta abierta a la delincuencia común, que a comienzos de marzo se había trasformado en un dolor de cabeza para todos.

Llegó la pandemia y el espacio público una vez más experimenta una re-significación. Ya no es un lugar de reunión, ni de compartir, ni de esparcimiento. Hasta la delincuencia lo abandonó. Ahora es el espacio de la incertidumbre y del peligro de contagio del virus.

El espacio público no es de nadie en particular, pero nos pertenece a todos. Por consecuencia es un espacio que debemos cuidar entre todos. Y Chillán como estructura urbana y de densificación de la ciudad tiene inmejorables condiciones para el manejo post corona virus. La baja densidad, las amplias avenidas, cuadras generosas y una luminosidad permanente, hacen de nuestra ciudad un lugar más que deseable para los cambios de hábitos post pandemia. 

Es una ciudad sanitariamente eficiente. Es de imaginar lo que habría ocurrido si los edificios del llamado boom inmobiliario hubiesen estado terminados, con departamentos de 22 m2. El hacinamiento, dentro y fuera de los edificios, no es precisamente un ejemplo de ciudad sana.

Es posible que los cambios de hábitos en relación al uso del espacio público hayan llegado para quedarse. Por lo mismo, es ahora y no mañana cuando debemos preocuparnos de temas como conservar la escala de la ciudad, la necesidad de parques urbanos para descomprimir el uso abusivo de la plaza de armas, limitar la edificación en altura en el centro de la ciudad, reponer o aumentar la masa arbórea y terminar la contaminación en invierno, entre otros.

Si queremos seguir habitando una ciudad sana desde el punto de vista urbano y sanitario, no podemos seguir dilatando dicha conversación. La disyuntiva que muchas veces se plantea, en el sentido que las regulaciones afectarían los derechos de las personas, es falaz en su génesis. La ciudad, los espacios públicos, su estructura, morfología y estética nos compete a todos. Por lo mismo una de tareas que nos debe dejar la pandemia, de cara al futuro, es poder discutir entre todos qué ciudad queremos. De lo que seamos capaces hacer hoy, dependerá la salud de los habitantes del Chillán de mañana.

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