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El día a día del personal que combate el Covid-19 desde las residencias sanitarias

Mauricio Ulloa

Debido a la emergencia sanitaria en el país surgió la necesidad de frenar la velocidad del virus para evitar un crecimiento explosivo de los casos y un colapso de los recintos hospitalarios, habilitando lugares para aislar del resto de la comunidad a los portadores del Covid-19 o sospechosos de padecerlo.

En Chile hay 151 residencias sanitarias del Ministerio de Salud disponibles con 10.678 cupos, de los cuales, a la fecha, 5.194 cupos se encuentran liberados, mientras que en la región de Ñuble hay 9 recintos habilitados, que suman 333 camas para enfermos y contactos estrechos.

Uno de ellos es el Hotel Cinco Tierras de San Carlos, donde trabaja la enfermera Victoria Zenteno, una joven, de 28 años, titulada en la Universidad de Concepción con experiencia en servicios de psiquiatría y voluntariado, quien junto a su equipo, ha atendido a cerca de 250 pacientes que han llegado en busca de un aislamiento estricto durante la pandemia.

En la actualidad en este lugar hay 12 usuarios, a quienes deben vigilar en un turno de 12 horas y cuyo promedio de estadía es de 15 días.

“Se controlan los signos vitales, luego estamos monitoreando sus funciones una vez durante el día, realizamos todas las gestiones debido a la documentación que tiene que tener cada usuario, viendo los consentimientos informados, explicando los procedimientos y la normativa de la residencia, además, vemos las necesidades de los usuarios. Eso básicamente, todo lo que tiene que ver con lo administrativo”, explica.

A ese lugar han ingresado personas, desde un recién nacido, de cuatro días, hasta un adulto mayor, de 73 años, siendo el temor, en una primera instancia, el sentimiento más común que los embarga.

“El funcionamiento de las residencias la mayoría no lo conoce, entonces, entran con mucho miedo e inseguridad. Entonces, al inicio hay todo un proceso de transmitirles confianza, tranquilidad y aclarar sus dudas. La mayoría de nuestros usuarios ingresan súper compensados, son pocos los ingresan con alguna sintomatología respiratoria de complicación. A lo largo de los primeros días ellos se van acomodando y siguen su rutina”, comenta.

Es por eso, que se torna esencial el apoyo de otros profesionales como médico, matrona, kinesiólogo, nutricionista y sicóloga, quienes acuden cuando surgen otras necesidades de los pacientes. “A la sicóloga le sacamos gran partido, la mayoría de los usuarios requieren de sus servicios, les hace súper bien su compañía. Ellos se desahogan, van expresando sus emociones”, añade Victoria.

Los intentos de fuga de pacientes, que rehúyen del encierro, no ha sido hasta el minuto un problema que se haya presentado al interior de la residencia, ya que, existe la figura del “Alta voluntaria”, donde los pacientes deciden pasar su cuarentena en otras condiciones. Como el caso de una madre, que ingresó con un recién nacido, y decidió volver a su hogar, ya que su estadía en el recinto se tornó estresante, por lo que optó por esta alternativa.

“Todos los usuarios saben desde el ingreso que si ellos se quieren retirar en algún momento, porque no se sienten cómodos o incluso por situaciones familiares, porque nos tocó una vez que una usuaria que había fallecido su mamá, solicitó el “alta voluntaria”, cuya idea es que termine el alta dentro de su domicilio. No es necesario que se escapen, porque cualquier usuario que quiera solicitar el alta, lo solicita. Es más, muchos lo solicitan el último día, porque al día siguiente tienen que volver a trabajar. No significa que pueden llegar y salir, significa que terminan la cuarentena en sus domicilios. Al final si los llegan a encontrar fuera, por algún motivo, ellos se tienen que hacer cargo de las consecuencias legales y sanitarias”, aclara la enfermera.

En el transcurso de la pandemia, han sido otras situaciones menores que han tenido que enfrentar, pero que a la larga, no empañan el balance.

“Hemos tenido usuarios muy conscientes de su patología al igual que sus familiares, como es un centro de salud como cualquier otro, está prohibido el consumo de alcohol, drogas o tabaco. Entonces, en más de una ocasión hemos tenido algún usuario que es súper dependiente del tabaco y quiere fumar, entonces, ahí nos toca intervenir, ponernos un poco más firmes y explicarles que si ellos llegan a fumar podría complicar cualquier tipo de problema respiratorio. Lo bueno es que los familiares son súper conscientes y le traen las cosas que deben traer como ropa o útiles de aseo”, detalla.

La profesional agrega que solo algunos pacientes han tenido que ser derivados al Samu por complicaciones respiratorias en su evolución de la enfermedad, pero que luego “vuelven al día o a los dos días compensados nuevamente para terminan su cuarentena y regresar a sus domicilios”.

Para Victoria trabajar en la residencia ha sido una experiencia satisfactoria y muy desafiante, donde ha logrado establecer un lazo especial con sus pacientes, quienes a meses de haber recibido el alta, aún la llaman para saber sobre el equipo o llevarles regalos en agradecimiento a su encomiable labor.

“Es inevitable sobre todo para la técnico en enfermería quien tiene más contacto con ellos durante el día. Ella entra, los controla, los usuarios se desahogan con ella, mi parte es más administrativa. Yo los llamo para ver cómo van y si requiere ayuda ingreso, pero es la tens finalmente quien tiene mayor cercanía con los usuarios. Al final somos beneficiadas, porque tenemos usuarios que nos han traído chocolates y cositas, han sido muy lindos”, valora.

Enfermera multifuncional

Hace un año Carolina Luengo (29) se tituló de enfermera en la Universidad La República y sus primeras experiencias fueron atendiendo pacientes postrados y traqueotomizados. Jamás pensó que lo que había aprendido en los libros sobre epidemias, se transformara en realidad tan pronto.

Cuenta que los días antes de ser requerida para trabajar en la residencia sanitaria del hotel Rukalaf, tenía pensado trabajar en Santiago en el hospital Padre Hurtado, desde donde también la había llamado por necesidad de personal por pandemia. Sin embargo, optó por quedarse en Chillán, donde vive junto a su marido e hija “Agustina”, de 8 años.

Admite que nunca tuvo miedo a la crisis sanitaria y que se mantuvo fiel a su juramento de enfermera, pese al desgaste sicológico que se tiende a vivir por la exposición constante al virus.

“Al principio es súper difícil, porque te genera un estrés emocional tremendo. La angustia de imaginar que uno puede contagiar a los suyos es complicado, pero la verdad con el tiempo, uno se va acostumbrado a la dinámica y al sistema para mantener el resguardo, porque ya se hace monótono. Somos del área clínica y es lo que nos tocó, entonces, creo que la parte linda es ayudar al resto y aportar un poco en esta pandemia que ha sido difícil para todos”, sostiene.

Durante estos meses su labor también transcurre durante 12 horas al igual que la mayoría de sus colegas en un sistema de “cuarto turno”. Al día de hoy hay 15 pacientes que ocupan la residencia ubicada en Paseo Arauco.

Si bien comenta que al principio es natural que los pacientes se sientan nerviosos ante lo desconocido, con el transcurso de los días aceptan su condición y recuperan rápidamente la calma en el recinto, donde la contención y el diálogo juegan a favor.

“Si bien al principio estábamos con muchos pacientes era más difícil monitorear personalizadamente, pero ahora uno ya aprende a conocer y a entender la sintomatología previa a una descompensación. Entonces, nosotros no dejamos que nuestros pacientes se descompensen y atacamos antes esos síntomas con kinesiólogos, médicos y antibióticos. La verdad es que hace mucho rato nosotros no enviamos pacientes al hospital”, recuerda.

Carolina agrega que al inicio debieron trasladar al menos a tres adultos mayores al hospital que llegaron a la residencia con patologías previas descompensadas.

“Porque al inicio de la pandemia los pacientes dejaron de ir a su Cesfam a buscar sus medicamentos, no estaban tratando sus patologías crónicas. Entonces al entrar a la residencia y al estar con Covid positivo o sospecha, se descompensaban rápidamente en el área pulmonar, hacían neumonía. Entonces, nosotras como residencia gestionamos todo con el Cesfam para que vinieran a dejar los medicamentos”, enfatiza.

La profesional chillaneja confiesa que en tiempos de pandemia en una residencia se realizan múltiples funciones. Muchas veces el personal va más allá del cargo, para velar por el bienestar del paciente.

“A mi me encanta mi trabajo y me siento súper contenta y orgullosa. Todo el equipo ha puesto de su parte, tratamos a los pacientes con cariño. Uno los siente como su familia, porque en 14 días uno conoce todo del paciente. Uno además es sicóloga, médico, todo, en esas 12 horas, día y noche. Es inevitable, sobre todo cuando nos llegan familias completas con niños, trabajamos también con Chile Crece, nos envían material a los chiquititos, los motivamos para que puedan pasar la cuarentena tranquila”, destaca.

Asistencia social

La crisis por el Covid-19 obligó al cierre de la agencia de turismo donde trabajaba Marisel Orellana, de 37 años, quien es Asistente Social de profesión. Tres meses después una nueva oportunidad laboral tocó a su puerta y desde el 30 de junio se desempeña como Gestora de Residencia Sanitaria en el Hotel Rukalaf. Entre sus labores está el tramitar algunos requerimientos o necesidades que puedan tener los pacientes, y brindar apoyo y contención a las personas que cumplen el aislamiento obligatorio en medio de angustias y temores por la enfermedad.

“Estoy encargada de la parte administrativa, también de ver las necesidades de los pacientes que llegan acá, si hay pacientes que necesitan medicamentos me encargo de poder gestionar cómo podemos conseguirlos. También me he encargado de darle apoyo humanitario y emocional porque llegan angustiados, con temor, entonces llamo todos los días a los pacientes para saber cómo están. Siempre les digo que acá van a encontrar a profesionales de la salud pero igual somos una familia, y al final ellos se sienten agradecidos por ese apoyo que uno les da. Les digo que a la hora que lo necesiten voy a estar disponible 24/7 para ellos”, expresa.

No solamente atiende a los pacientes de la residencia sanitaria del Hotel Rukalaf, pues en ocasiones cuando en otras residencias necesitan de una mayor contención, no duda en hacerlo. “Soy la única que es asistente social”, dice.

Marisel se contacta todos los días vía telefónica con los pacientes para preguntar cómo se sienten, sobre sus necesidades o simplemente escucharlos. Además, se comunica con los parientes de las personas confinadas con la finalidad de darles más tranquilidad durante su estadía.

“Si algún paciente necesitara que la contención fuera en su habitación igual estoy autorizada para ingresar a las habitaciones usando mis elementos de protección personal, pero más que nada se da vía telefónica. Hay pacientes que requieren más contención que otros y a ellos los llamo dos o tres veces al día. A veces me llaman porque solo necesitan que alguien los escuche por su angustia, y es cuando empiezan a sentir que en realidad no están solos, que tienen con quien más enfrentar este virus”, comenta.

Para Marisel este trabajo le ha dado gratas satisfacciones, y agradece el poder dar lo mejor, tanto como persona como profesional, y aportar en estos tiempos de dificultad.

“Trabajar acá en realidad me ha llenado mucho, a veces cuando los pacientes se van le dejan a uno un regalito, o sea van muy agradecidos, y hasta el día de hoy tengo pacientes que se han ido hace dos meses atrás y aún me llaman, manifiestan agradecimiento, que se sintieron muy bien, dan las gracias por el apoyo, por estar pendiente, y eso a uno lo hace sentir bacán, porque estoy ayudando a los pacientes a pesar de las dificultades con las que llegan. Se sienten acogidos, se sienten bien y que no estaban solos”, resalta.

“Hemos celebrado cumpleaños de los pacientes que están acá, cuando vemos que se acerca su cumpleaños le llevamos un pastelito. La idea es poder hacer sentir bien al paciente, que a pesar de que está enfermo y con este virus, que se note un poquito la diferencia de estar encerrado en cuatro paredes”, añade.

A la residencia sanitaria del Paseo Arauco llega todo tipo de pacientes: positivos, contactos estrechos,  cuarentenas preventivas y casos probables. Algunos con un grado de vulnerabilidad más que otros, por lo que la Gestora de Residencia por iniciativa propia se las ingenia para tenderle una mano.

“De repente nos llegan pacientes que no tienen una situación económica muy buena o son más vulnerables, que en algunos casos no han traído ropa, y me he encargado de poder conseguir, dentro de las personas que conozco y me manejo, ropa, zapatos o para las familias que traen bebés conseguir los pañales”, dice.

Entre las cosas que a veces resultan complejas, pero asegura ha podido controlar, es que los pacientes acaten las normas establecidas al interior del recinto.

“De repente llegan pacientes que son positivos, que piensan que mejor vienen a un hotel y no quieren acatar las medidas, de que cuando ingresan a su habitación no pueden salir hasta que llegue el día que recibe el alta, entonces uno tiene que explicarle que esto ya no es un hotel sino una residencia sanitaria donde tienen que acatar las normas de no salir, que no pueden fumar. Pero siempre he dicho que hablando las cosas se pueden solucionar”, expresa.

Para la asistente social, madre de mellizos de 3 años, el apoyo de su familia ha sido importante en estos meses, y revela que al comienzo tuvo miedo ante la posibilidad de contraer el virus y contagiar a los suyos.

“Al principio fue con bastante susto porque iba a trabajar donde está el virus mismo, pero después se me pasó con el apoyo de las enfermeras y con todas las medidas de seguridad empleadas ya venía más relajada, igual cuando llego a mi casa tomo todos los protocolos de entrar por el patio, pasar directo a ducharme y después de todo saludar a mis hijos. Gracias a dios tengo el respaldo y apoyo de mi mamá que es quien cuida a mis hijos cuando ya vengo a trabajar, e igual ella está feliz con lo que estoy haciendo, le gusta eso de que pueda aportar en algo de lo que estudié hacia los pacientes”, señala Marisel.

Marisel Orellana y Carolina Luengo

Texto: Susana Núñez / Antonieta Meleán

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