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El campeón resiliente

Jaime García, el DT de Ñublense, levanta la copa de campeón, pero no olvida que hace más de tres semanas pudo morir en el Hospital de Chillán a raíz del covid-19.

Su preparador físico, Claudio Muñoz, se cortó el tendón de aquilés en plena campaña, pero cojeando y en pleno proceso de recuperación, quiso estar en cancha para trabajar al plantel.

Mathías Pinto, el irreverente goleador del Rojo, lloró muchas noches en silencio, pero siguió jugando fútbol cargando con el dolor que le significó la pérdida de su hermano.

El portero de Ñublense, Rodrigo Odriozola, se perdió el nacimiento de su hija Clara en Uruguay y superó el coronavirus, para gritar campeón en Chillán.

El zaguero Nozomi Kimura, se tuvo que bancar una nueva cuarentena preventiva, tras la primera, gatillada por el brote masivo, ya que dio positivo y luego negativo en un test PCR, y volvió a jugar ayer un día después del término de su confinamiento.

Nicolás Vargas pensó en dejar el fútbol por errores propios, pero enfatiza que su calidad renació tras jugar en el club de su barrio en Pichidegua y recuperar su nivel en Ñublense de la mano de Jaime García, que le entregó la jineta de capitán.

El volante Federico Mateos sufrió en silencio las descarnadas críticas de la hinchada y el medio cuando llegó, pero se alzó como la figura más regular del campeón, mientras que el atacante, David Escalante, parecía condenado a la suplencia en la recta final, tras un vendaval de dardos, pero renació con una imparable potencia goleadora. Mario Briceño y Luis Valenzuela, llegaron al Rojo, desechados por sus anteriores clubes, por pecados propios, pero García los levantó, los enrieló y ellos se redimieron. Iván Rozas fue desechado por la U, pero en Ñublense se secó las lágrimas y creció como jugador. El “Pollo” José Navarrete, nativo de Cerro Navia, le dobló la mano a la pobreza, le ganó a la vida y saltó de Tercera a la B para ser campeón cuando nadie daba un peso por él.

Las historias de resiliencia se multiplicaron en Ñublense y explican el espíritu de lucha inclaudicable de un plantel y un técnico que serán recordados por siempre. Porque ni una pandemia pudo frenar su hambre de gloria y el espíritu de superación. Ñublense fue un campeón resiliente.

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