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Chillán post revolución

Que en Chile se ha producido un estallido social que ha devenido en una revolución, la que aún está en desarrollo, parece estar fuera de discusión. Hace dos meses nadie podía imaginar que hoy el país esté en un proceso constituyente, el cual está ad portas se ser ple b i s citado para luego elegir el cuerpo constituye nte , con paridad de género y cuota indígena. Esto asumiendo que el plebiscito ratificará lo que hoy  se   expresa en las calles, y que se reflejó en la consulta ciudadana realizada por la asociación de municipios.

Más allá de los resultados finales, el proceso cobra aquí un valor trascendental, y marca un antes y un después en la vida política de nuestro país. Es un proceso que nace desde la base y del cual se hace cargo la clase política, transformada en un sentido positivo en voceros de la movilización social, asumiendo el rol que le corresponde, darle conducción.

La revolución ha encontrado no sin dificultades un cauce. Por la forma en que nace y el tiempo en que se ha canalizado ,  más allá de los extremos de lado y lado ( c onservadores al fin y al cabo) que le han puesto cortapisas, y de las consecuencias, el modelo de gestión del proceso, analizado desde esta perspectiva, sin duda se trata de un hecho revolucionario. Y si aterrizamos en Chillán los efectos de la revolución de octubre están aún por verse. Sí hay una constatación relevante.

El pueblo de Chillán se ha apropiado del espacio público para transformarlo en un espacio cívico, en una  á g ora para dialogar y soñar en una sociedad mejor . H a  sido un acto cívico ejemplar. El paso siguiente es que esa comunidad movilizada inicie un diálogo permanente con la autoridad, la que a su vez se verá obligada a consultar a la comunidad sobre temas de políticas y proyectos que le sean atingentes. Diálogos vinculantes y en igualdad de condiciones, no como ocurre hoy en que el poder del  a l calde es tan i ncontra c orrestable, incluso ante el  C o ncejo  M u nicipal, que la gestión de la ciudad queda prácticamente en unas pocas manos.

En consecuencia no hay diálogo real, sino una gestión de tipo patronal. La revolución que está en marcha debiera terminar con estos estilos de gestión, ya sea porque se limitará el periodo y reelección de las autoridades, como porque la ciudadanía ha adquirido conciencia de la fuerza de las movilizaciones, especialmente cuando son pacíficas. Chillán post revolución de octubre del 2019   debiera avanzar en esa dirección, inclusiva, trasparente, de participación real, con capacidad de decidir a través de cabildos y plebiscitos vinculantes.

Ello implicará por otro lado ciertas obligaciones de la ciudadanía y los nuevos liderazgos. Deberán ser liderazgos informados, igualitarios y solidarios. Hay muchos temas pendientes en el Chillán que viene y el estallido social nos ha entregado un camino ,  el que debemos recorrer. Este es el de la movilización social al diálogo en igualdad de condiciones. Los líderes que no sean capaces de conducir este escenario post revolución, es mejor que den un paso al costado.

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