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Aún carbonizados

El carbón sigue siendo la fuente número uno de contaminación de carbono provocada por el hombre, ya que este año arroja 14,6 mil millones de toneladas métricas de dióxido de carbono en el aire, seguido por el petróleo y el gas. El carbón generalmente emite un 76% más de dióxido de carbono que el gas natural para producir la misma cantidad de energía, según la Administración de Información de Energía de EE.UU.

Mientras tanto, el informe “Global Carbon Budget” anuncia un aumento de un dos por ciento para el año en curso, hasta alcanzar las 41 gigatoneladas, es decir 41.000 millones de toneladas, según los datos de los expertos publicados en la revista “Environmental Research Letters”. La mayor parte de las emisiones proceden del carbón, gas y petróleo, como suele ser habitual.

¿Quién asume la responsabilidad?

Si bien el incremento de las emisiones de CO2 tiene mucho que ver con lo que pasa actualmente en China y en menor medida en India, dos economías con una matriz energética altamente carbonizada, tampoco han hecho lo suyo Estados Unidos y Europa, cuyas reducciones son casi iguales a cero y ponen bastante en duda la meta de evitar al 2030 el incremento de la temperatura más allá de dos grados centígrados, tope que los expertos consideran seguro para preservar los ecosistemas y no sufrir impactos irreversibles.

Chile, en tanto, se comprometió a reducir entre 30% a 45% la intensidad de emisiones de CO2 al 2030, lo que demanda fortalecer la institucionalidad en torno al cambio climático de la cual hoy carece el Estado y una legislación que pueda establecer un mercado de carbono y multas para aquellas empresas que no respeten los compromisos con las que deberían financiarse acciones de mitigación y adaptación.

En síntesis, el país tendrá que adoptar medidas de mitigación verificables, pues si ello no ocurriera, es probable que comencemos a sufrir consecuencias restrictivas en el comercio exterior, como castigo a la huella de carbono de nuestra producción.

Precisamente, en el caso de Ñuble la principal contribución tiene que ir de la mano de una agricultura y ganadería más sustentables que incluyan una reducción de las emisiones directas que provienen del dióxido de carbono (CO2), óxido nitroso (N2O) y metano (CH4), y también las indirectas, como la energía gastada en la fabricación de fertilizantes, en la producción y utilización de maquinaria agrícola y en el transporte de insumos y cosechas.

La Región debe proyectarse hacia un porvenir de bajas emisiones y a una industria agroalimentaria que si es capaz de acreditar su sustentabilidad tendrá abiertas las puertas de los mercados de todo el mundo y, al mismo tiempo, aportará a conservar la salud del planeta.

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